Para muchas mujeres lo mejor que les puede pasar es dar vida a otro ser, es la ilusión de muchas pero la realidad de pocas, pues lamentablemente no todas tienen la dicha de concebir.
Anny esperaba con mucha emoción la llegada de su primogénito, todo pintaba de maravilla y el embarazo iba de lo más normal.
Sin embargo, al nacer toda aquella felicidad se vio opacada y Jon (como decidieron llamar al bebé) no fue recibido de la mejor forma.
De principio parecía que todo saldría bien, las contracciones aparecieron, la pañalera se encontraba lista con lo indispensable y camino al hospital, se le rompió la fuente a Anny, su bebé anunciaba su llegada y los padres se encontraban realmente emocionados y felices.
El parto fue de lo más normal, no hubo ninguna complicación pero aun así los médicos decidieron que Anny no viera a su bebé hasta hablar primero con ella y explicarle que este había nacido con el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad que causa deformaciones en el rostro. Querían ponerla al tanto para que lo asimilara y su reacción fuera otra, sin embargo…
Al ver que su pequeño no lucía como cualquier otro, entre la desesperación, los nervios del parto, el desconcierto de no entender el síndrome, el impacto fue mayor y apenas cargó a su bebé, le pidió a una enfermera que se lo llevara, que no quería verlo nunca más, incluso lo llamó «engendro», y el padre decidió mejor no verlo.
Ambos se marcharon del hospital y dejaron a aquel bebé a su suerte, mencionaron que ojalá corriera con la suerte de ser adoptado aunque lo dudaban pero que ellos no lo querían. Nunca se volvió a saber más de esas personas.
Después de un lapso de dos días el bebé fue llevado a un orfanato en donde pasó toda su infancia, pues ninguna familia lo quería por su aspecto. El pequeño tan solo optaba por mirarse en el espejo y desear ser otro, ya que desde siempre había sido rechazado, era blanco de burlas, maltratos y desprecios. Incluso, en más de una ocasión intentó quitarse la vida pero afortunadamente no tuvo éxito.
A sus 12 años, un milagro ocurrió. Un anciano millonario que siempre donaba dinero a los orfanatos se encontraba visitando las instalaciones de este cuando conoció a Jon.
El millonario se conmovió al verlo tan triste y solo; bastó una corta charla para sentir una conexión especial con él, tomando la grandiosa decisión de adoptarlo, claro, anticipadamente le preguntó a Jon si deseaba ser su hijo, el niño no podía creer la propuesta del hombre pero saltaba de la felicidad: por fin tendría una familia, por fin alguien se había detenido a mirarlo.
Después de varios años el hombre falleció pero hizo completamente feliz a Jon mientras estuvo a su lado, se dedicó a él, a inculcarle valores y darle educación. Jon expone que no pudo haber tenido mejor padre y que todo lo que tiene actualmente se lo debe netamente a la dedicación de su padre.
Jon heredó toda la fortuna del millonario y en la actualidad, a sus 30 años de edad, con proyectos y sueños por realizar, es un hombre de bien que ha logrado entender el síndrome que padece y ahora lo acepta, incluso confiesa no sentir rencor alguno por el abandono de sus padres biológicos pues tuvo un gran padre adoptivo que llenó todos los vacíos.
Todo el dinero que su padre adoptivo le heredó lo ha destinado a pagar terapias psicológicas y tratamientos médicos para personas con su misma condición, incluso da pláticas alrededor del mundo acerca de este síndrome con el fin de ayudar a quienes lo padecen. Su novia confiesa que es un hombre increíble con un alma pura y un gran corazón.
Jon se ha convertido en la esperanza y la motivación de muchas personas con este síndrome.