Cientos de veces lo he dicho, ellas, las nombradas «amantes» son quizá las menos culpables en la ruptura de una relación.
No me mal entiendas, jamás defendería a una persona que basa su felicidad, destruyendo la de otra mujer, pero chica, es tiempo de aceptarlo, una relación es de dos, y si hoy hay tres es porque algo se hizo mal o simple, quien dijo amarte, no te respetó lo suficiente.
Para empezar aquí el culpable principal es el infiel, por traidor, por poco hombre, porque dejó de lado su responsabilidad de amarte o informarte que ya no te amaba y optó por sentirse «macho» y tener a dos.
¿Pero ante esto, qué pena le corresponde entonces a la amante? ¿Cómo poder vencerla con inteligencia?
Te lo respondo en estos pasos:
No mujer, estarías cometiendo el peor error de tu vida si te haces la típica pregunta: ¿Qué tiene ella, que no tenga yo? Así que para evitarte la pena, te responderé rápido: Dignidad e Inteligencia. En palabras más sencillas: ¡Eres un mujeron!
Entonces tú, querida lo tienes todo y aunque en este momento tal vez no me creas y sientas que el corazón te arde por la traición, en algunos días también tendrás la fuerza para salir de esta, como has salido de otras.
Una mujer que aceptó inmiscuirse en la vida de un matrimonio posiblemente tenga graves problemas de autoestima, necesite afecto, o tal vez es tan «ingenua e ilusa» que creyó que él te dejaría algún día para darle una familia. Así que solo nos basta con sentir tristeza por ella.
Un gran número de mujeres optan por atacarlas física o verbalmente y eso, eso querida para las mujeres inteligentes está de más. ¡Si lo quiere, que se lo quede. Que si te fue infiel entonces no estamos hablando de un hombre que valga la pena!
Mujer no decaigas, que esto te hará fuerte, lo juro, te lo digo yo que vencí a la amante con solo guardar silencio y mantener la dignidad bien arriba, no por agachona, en realidad todo lo hice con alevosía y ventaja y eso jamás lo vio venir; mientras ella solo observaba atónica mi forma de actuar y se sumía con sus actos, yo le daba la estocada final, sí, levantaba la mirada y veía cómo aquel queme perdió lo lamentaba.
Así se despista al enemigo, ante los ojos del mismo infiel yo quedé como la reina, a él le llegó el arrepentimiento, me di el lujo de verlo de rodillas a mis pies implorando perdón y ella, hoy vaga por la vida con una etiqueta que jamás se podrá quitar «la de la amante».
Deja el llanto para después, arréglate, ponte bella, que nadie te vea derrotada, eres increíble, eres una sobreviviente, demuestrale a ella, demuestrate a ti misma que nadie podrá llenar tus zapatos.
Querida aquí viene el último consejo y necesito que lo leas bien, es ley divina.
«Sí tu eres la otra y el tipo se va contigo, no has tenido buena suerte. Has ganado la batalla pero te quedaste con el traidor».
Lo que quiere decir es que debes agradecer infinitamente que te alejó de un miserable que no valía la pena y que más tarde que temprano a ella también la cambiará por otra… Porque seamos sinceras, un hombre que es perro, es perro aunque cambie de dueña.