La ciencia acaba de confirmar que dejamos de ser jóvenes a los 34 años y ante ello no se puede hacer nada más, sólo nos queda resignarnos a que la vejez está más cerca de lo que pensamos.
Según el estudio realizado por un grupo de científicos de la Universidad de Stanford, no importa que no tengas arrugas, canas, que hagas ejercicio, comas sano o algún otro signo de envejecimiento físico, ya que más bien son las proteínas las que compone tu sangre que anuncia cuando tu cuerpo dice adiós a la juventud. Y lamentamos decirte que esto pasa a partir de los 34 años. Te lo explicamos.
Desde hace algunos años se sabe que medir determinadas proteínas presentes en la sangre nos proporciona información sobre nuestro estado de salud.
Sin embargo, el grupo de científicos mencionado anteriormente decidió aprender cómo los niveles de proteínas en la sangre pueden ayudarnos a saber cuándo empezamos a envejecer.
El Dr. Tony Wyss-Coray, líder de la investigación, comenta:
«Las proteínas son los caballos de batalla de las células constituyentes del cuerpo, y cuando sus niveles relativos sufren cambios sustanciales, significa que tú también has cambiado».
Anteriormente se creía que estos cambios eran progresivos. Es decir, se fueron produciendo poco a poco, de forma constante y uniforme a lo largo de nuestra vida.
Sin embargo, los científicos de la Universidad de Stanford descubrieron que la trayectoria del envejecimiento no es continua ni uniforme, sino que tiene tres picos principales que marcan el inicio de tres etapas en los ciclos vitales de las personas: la edad adulta joven, la mediana edad y la vejez.
Los investigadores analizaron el plasma (parte de la sangre que no tiene células) de 4.263 personas, de entre 18 y 95 años. Tras analizar los niveles de 373 proteínas en sangre, observaron que hay tres puntos en la edad de la mayoría de las personas donde los niveles de proteínas experimentan cambios bruscos: a los 34, 60 y 78 años.
Esto significa que, en promedio, las personas dicen adiós a la juventud y comienzan a experimentar el envejecimiento en carne propia a los 34 años.