El actor mexicano da vida a Namor, el mítico atlante de los cómics en Black Panther Wakanda Forever, ahora transformado en el rey de una cultura maya mesoamericana-futurista. Hablamos con él sobre actuación, sobre discursos colgados de un cable y sobre cómo es posible que no supiera nadar cuando asumió el papel.
Lo de menos es que el actor Tenoch Huerta (Ecatepec de Morelos, México, 29 de enero de 1981) no sabía nadar cuando aceptó el papel de Namor en la película de Marvel Studios Black Panther Wakanda Forever. No, no lo hizo (ni tampoco el director de la película, Ryan Coogler). «Si me llegas a ver con los flotis en la piscina…», me dice entre risas el actor mexicano. Lo importante, realmente, es que el personaje de Namor fue un regalo envenenado para el actor. Lo cual no quiere decir que sea algo malo, solo que había que tener un cuidado especial, un cuidado que no se debe tener con ningún otro personaje de Marvel. Un cuidado, por ejemplo, que no se debe tener con un villano al uso. Porque no es lo mismo tener que defender a un antihéroe ante millones de espectadores (sí, ese concepto manido, pero es la mejor definición del personaje de Namor) que a un villano. El público no tiene por qué identificarse con un villano. Para eso están los héroes. De ahí el peso del morado. Un villano, o mejor dicho, el actor que da vida a un villano, lo que tiene que hacer es divertirse, disfrutar. No tiene presión. Incluso la peor película siempre tiene un buen villano. El problema es que un antihéroe tiene la misma lista de tareas que un héroe: hay una serie de expectativas sobre lo que puede y no puede hacer. El ‘anti’, entre tú y yo, o bueno, entre tú y Tenoch Huerta, Rafael Caro Quintero en Narcos: México, solo suma presión. Un villano solo tiene que hacer lo contrario que el héroe, lo que otorga una libertad increíble. Un antihéroe a veces puede cumplir con tus expectativas y otras veces decepcionarte. Como cualquier ser humano.
“Me encanta la expresión de un regalo envenenado”, dice Huerta. «Fíjense que a lo que Ryan [Coogler] y yo apelamos fue a construir un personaje muy humano, muy complejo. Queríamos que sus motivaciones fueran las de un ser humano normal. Por supuesto que tiene superpoderes, por supuesto que tiene este maravilloso universo, pero al final sus motivaciones son las del hombre común: es solo un hombre que protege a su familia. Con eso todos podemos empatizar. Ahí es donde la gente se puede sentir identificada. Pero encima lo hace sin importar el costo. Y ahí es donde podemos diferir. Y ahí es donde entra la complejidad: qué decisiones y qué acciones vamos a tomar para protegerlos es donde los vamos a separar”, dice el actor. Y era un regalo envenenado porque tenía otra carga de profundidad: el peso de la representación. Este Namor no es cualquier Namor, es una iteración mesoamericana-futurista del personaje original de los cómics, lo que aumenta las apuestas geopolíticas de la película y Marvel. Al afrofuturismo de la primera entrega de Black Panther, que hizo que la película tuviera varias capas de lectura (a esa metáfora entre el enfrentamiento de dos formas de defender la cultura afroamericana en Estados Unidos en las actitudes antagónicas de Martin Luther King , T’Challa y Malcolm X, Killmonger), añade lo que Tenoch Huerta sugiere como futurismo indígena. Es poner mucho peso sobre los hombros de un actor. Una película, per se, no tiene que responder ante nadie, es un ente sin vida. Un actor, sí. Y es un peso que Huerta ha llevado, y espera seguir llevando en más productos Marvel («¿puedes presionar a Marvel y preguntarles?», bromea el actor cuando le sugerimos una serie con Namor, y luego agrega: «Esas son decisiones». que dependen, como dice Kevin Feige, de la taquilla»), con orgullo. A Huerta no le importa el morado.
Este Namor de Black Panther: Wakanda Forever es el primer personaje de Marvel con un contexto indígena mesoamericano. Además, es prieto”, dicho de una persona: morena. Hombre o mujer a quienes el sistema social pone en desventaja por el color de su piel y por sus usos y costumbres ajenos a las normas de blancura.» Así inicia Tenoch Huerta su libro Orgullo Prieto (Grijalbo, 2022), un ensayo que reflexiona sobre la discriminación en México por el color de la piel, una discriminación que es universal porque se alimenta de la misma madera. Namor no se ha blanqueado («una forma de ser y de pensar que sitúa al occidental blanco, moderno, como superior», prosigue en la apertura de su libro). En los cómics nunca se le ha relacionado con la cultura mesoamericana, ni con los mayas. Mucho menos ha tenido un vínculo de cuatro siglos con ellos, como el personaje de la película. “Para mí, lo emocionante de esta versión de Namor, más que la representación, que me parece digna y poderosa, es que nos permite deconstruir ciertas ideas y reconstruirlas desde otros espacios”, dice Huerta.
El primer día en el set de Black Panther Wakanda Forever, Huerta dejó claro que iba a aprovechar la oportunidad. Podría no haberlo hecho, pero lo hizo. «Como actor no solo quieres ser un intérprete, no solo quieres estar en el set con tu personaje, quieres ayudar a construir el universo de ese personaje. La responsabilidad del actor va de la piel para dentro y la responsabilidad del director va de la piel para fuera. Pero en ese de la piel para fuera puedes aportar muchas cosas sin entrometerte. No te pagan por dirigir, te pagan solo por actuar. Está bien que queden claras las jerarquías. Yo traté de involucrarme un poco más», cuenta. Hay muchas formas de hacer una de intenciones, de dar un discurso inspirador, pero no es habitual hacerlo colgado de unos cables, en un hipnótico bañador verde y con orejas puntiagudas de mutante marino. «Este es el primer superhéroe con antecedentes indígenas, antecedentes mesoamericanos- Es un tipo de piel morena. Esta cultura milenaria está en sus raíces. Y habla como yo. Estamos haciendo historia. Hagamos algo de lo que estar orgullosos», le dijo Huerta, recuerda: moviéndose, al equipo de rodaje. Sí, era una locura, pero una locura necesaria.
«El marco de Black Panther y del afrofuturismo podría ser trasladado a una especie de no sé si indígenofuturismo o mesoamericanofuturismo o algo parecido. Es el mismo concepto: crear espacios utópicos de civilizaciones utópicas que nos plantea la ciencia ficción: mundos locos, bellos y luminosos . Lo bonito de este tipo de ficciones es que nos genera, nos crean nuevos horizontes. Y cuando tú tienes un horizonte distinto, tienes percepciones distintas porque tu mente cambia y tienes un lugar distinto al cual llegar. Los horizontes siempre nos van a servir como puntos de referencia, como espacios a los que llegar y lo irónico de los horizontes es que cuanto más acercas a ellos, más te alejas. Siempre te van a dar un punto de referencia al cual llegar y modifica tu camino y tus decisiones».
Le preguntamos a Huerta cuál cree que ha sido su mayor aportación al personaje. Al principio de su libro, después de las definiciones de ‘prieto’ y ‘blanquitud’ hace una sincera declaración de intenciones que se puede extrapolar a la forma que ha tenido de abordar a Namor. «Aclaro que no soy académico, ni experto, ni luchador social, ni activista. Soy un actor que ha ganado cierta notoriedad y a quién, gracias a ello, le han puesto un micrófono en la cara porque el público le presta atención. Hoy soy más consciente de nunca que poseo un chingo de privilegios: soy bato, hetero, de clase media; disfruté de agua potable, luz, drenaje, gas, un coche familiar: vengo de un núcleo familiar unido; acumulé capital cultural gracias a mis padres y a la educación formal que recibí…», escribe Huerta, licenciado en Comunicación y Periodismo, y cámara antes de tener su primera oportunidad como actor. «Creo que mi aportación ha sido doble», responde rápido y después se queda reflexionando.
«Por un lado, creo que ha sido reclamar que el personaje fuera de un hombre común, un tipo que busca lo mejor para su familia y construirlo a partir de esas motivaciones terrenales. Por otro, me involucré bastante en la creación del universo de Namor. Evidentemente la decisión [de ese origen en la cultura mesoamericana] no fue mía, pero una vez supe de qué iba, para mí era importante era aportar los conocimientos que tenía como la gente que conocía. hablantes en comunidades mayas de la península de Yucatán. Yo los conocía y este aporte que criaron a la narrativa y a la construcción del universo de Namor es lo que lo enriquece y lo que le hace tan contundente. No se logra ver del todo en las escenas, pero hay una estela, saliendo de la cabaña de Namor con jeroglíficos mayas del periodo clásico y cuentan la historia de Namor y Talocán. Puedo decir con orgullo que ayude a crear estos enlaces (contactar con esas personas)», dice Huerta.